lunes, 25 de marzo de 2019



Esta es una reflexión que escribí hace algún tiempo y que sigue siendo bastante válida a día de hoy:

Corea del Norte se mueve

Cuenta la leyenda que Tangun, el primer rey coreano, era nieto del dios del Cielo. Su reinado se inicia en el año 2333 a.C. y establece la capital de su reino en Pyongyang (actual capital de Corea del Norte). Tangun gobernó durante más de un milenio y al final de su reinado se transformó en el dios de la montaña.

Si alguna vez tienen la oportunidad de viajar a Corea, no ha de extrañarles, pues, la veneración que los coreanos sienten por sus montes y montañas (que ocupan casi el 70% del territorio): los fines de semana se llenan de excursionistas y montañeros, bien pertrechados, que suben con sorprendrente agilidad a las cimas y, una vez allí, se desfogan chillando, eliminando así no sólo los “malos espíritus” sino también el estrés acumulado durante la semana, que no es poco, especialmente en las capitales. Recuerdo que, a poco de instalarme en Seúl, la profesora María Kim, de la Universidad Nacional, me dijo que en Corea debía aprenderme sólo dos palabras: “Bal·li, Bal·li””, que significan “Deprisa, deprisa”.

Los surcoreanos celebran cada año el Día de la Constitución, que recuerda la promulgación de su primera Constitución el 17 de julio de 1948, tres años después del final de la 2ª Guerra Mundial y dos antes de que estallara la cruenta y devastadora Guerra de Corea, en 1950. En 2012, coincidiendo con la efeméride constitucionalista del sur, Corea del Norte anunció el nombre del nuevo vicemariscal de su Ejército Popular, en una acción de evidente reestructuración de la poderosa cúpula militar que el flamante, joven y enigmático líder del país, Kim Jong-un, promovió sin duda para rodearse de fieles vasallos en pos de una popularidad completa. Quizá por eso, y en un nuevo intento de reforzar el culto a su personalidad y justificar la sucesión hereditaria, los medios de comunicación norcoreanos estuvieron machando a la población con un nuevo himno dedicado al joven Kim, una canción titulada “Adelante hacia la victoria final”... Lo que podemos (y queremos) sospechar es que en el país más aislado del mundo algo se está moviendo y no necesariamente hacia el camino de la habitual provocación militar a la que tanto nos tenían acostumbrados Kim Il-sung y Kim Jong-il, abuelo y padre respectivamente del “Brillante Camarada” Kim. Los tiempos cambian para todos, y el nuevo líder (y, por supuesto, mariscal) de Corea del Norte, que ha vivido en Suiza durante 9 años, sabe que para que pueda “triunfar” algún día el pensamiento juche (o de autosuficiencia) que implantó su abuelo como divisa de su revolución, hay que darle de comer primero al pueblo. Aunque eso del juche me temo que no tiene ya mucho más recorrido en este siglo XXI.

Esperemos que el espíritu de Tangun salga de su prolongado letargo en el monte sagrado Paektu,  recobre sus fuerzas originales y ponga al fin un poco de paz y orden en la hermosa península coreana, “tierra de la calma matutina”.



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