Quizá porque mi tesis doctoral versó sobre los primeros
quince capítulos del libro del Éxodo recogidos, y desarrollados en nueve
coplas paralitúrgicas sefardíes, en esta Pascua (que ha coincido con la judía, Pésaj)
tan atípica se han dado (aún siguen) algunos episodios que me han recordado a
un par de plagas, a saber, la de las tinieblas (hb. hóshej, oscuridad) y
la de la muerte de los primogénitos (hb. makat bejorot). Cuando en la
prensa leo que el virus no está en todas partes y, por tanto, no debemos ir con
miedo, me he acordado de Ex. 10, 21, que dice: “Alza tu mano hacia el
cielo para que vengan sobre Egipto tinieblas tan espesas que puedan palparse”;
la oscuridad ciertamente envolvió Egipto (salvo a los judíos), pero el
coronavirus no “envuelve” nuestra realidad tangible, por lo que podemos
transitar con tranquilidad siguiendo las recomendaciones establecidas. Como
dato curioso, dentro de la tradición judía, los midrashim dicen que “la
oscuridad […] era tan gruesa como un dinar”; y el Me`am lo`ez, verdadera
“enciclopedia” rabínica sefardí, afirma que “Aquel hóshej era godro cuanto
un ducado”, en castiza lengua judeoespañola. Finalmente, el lema “Quédate en
casa” (y así no te pasará nada) me ha traído ecos de la última plaga, cuando
Dios dice en Ex. 12, 13-14: “La sangre [del cordero en las jambas y
dinteles de las puertas de los Hijos de Israel] servirá de señal en las casas
donde estéis; al ver Yo la sangre, pasaré de largo (hb. ufasajti, del
verbo pásaj, es decir, “Dios se saltó las casas de los israelitas”, de
aquí Pésaj, la Pascua judía)) (…) y la plaga exterminadora no os
alcanzará”. En cualquier caso, que pase cuanto antes esta tremenda
pandemia y que sepamos extraer de ella las lecciones oportunas.
viernes, 1 de mayo de 2020
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