jueves, 7 de mayo de 2020



recupero un antiguo escrito de hace unos cuantos veranos pero que aún sigue plenamente vigente, por desgracia:

Las viudas de Krishna

En plena canícula, la comunidad hindú celebró hace unos días el Janmashtami (el nacimiento de Krishna, octavo avatar o reencarnación de Vishnú), festividad ajena, obviamente, a nuestra cultura occidental pero de las más importantes del calendario hindú.

Sin embargo, y aquí radica mi principal interés, este avatar está muy relacionado con el sufrimiento de unas personas, las viudas indias (mayoritariamente hindúes), víctimas de las muchas contradicciones de un país tan vasto y complejo como es la India, el cual, desde siempre, ha ejercido una especial fascinación espiritual y filosófica en Occidente (en la que me incluyo), lo que causa que, a menudo, desconozcamos sus múltiples dramas sociales.

El Janmashtami es una festividad del hinduismo que celebra el nacimiento de Krishna…, pero ¿qué relación guarda con las viudas? La leyenda dice que Krishna vivió en Vrindavan (en el estado de Uttar Pradesh) como un humilde vaquero y cortejó en sus bosques a la bella Radha. Vrindavan es conocida también como “La ciudad de las viudas” porque miles de estas mujeres, “socialmente muertas”, se desplazan hasta allí (y a Varanasi también) porque la consideran una ciudad santa por haber morado allí el octavo avatar de Vishnú. En verdad, se dirigen a Vrindavan porque no se las quiere en ninguna parte y porque en esta ciudad pasan el tiempo rezando en los miles de templos dedicados a Krishna a cambio de alguna rupia o algo de arroz. A su vez, para estas mujeres, Krishna, personificación del amor, representa todo aquello que, como viudas, les es negado en la sociedad, esto es, Krishna es para ellas protector, padre, hermano, hijo y marido. Además, morirse en Vrindavan es, para ellas, el camino directo hacia el regazo amoroso de esta divinidad. La [muy] cruda realidad es que estas mujeres llevan una existencia durísima por el solo hecho de ser viudas, algo fortuito de lo que son culpadas y, en consecuencia, estigmatizadas por siempre jamás. Se las considera de mal agüero y, por eso, nadie quiere acercarse a ellas, aunque esa hipocresía no las libra de ser vilmente violadas o agredidas. Es una lástima porque el hinduismo es una religión que siempre ha gozado de muchas “simpatías” pero, una vez más, se revela como un credo instrumentalizado por un sistema mental machista, y se convierte en un modo de represión brutal para la mujer. En el budismo, afortunadamente, la situación es algo diferente.

Para tratar de paliar tanto dolor y abandono, la ONG española  “SOS Mujer. Viudas en la India” (www.sosmujer.org) trabaja desde hace tiempo, y en condiciones muy complicadas, por la mejora de las condiciones de vida de estas mujeres, a las que se les prohíbe casarse de nuevo y se las condena a ser fieles al marido fallecido durante la vida que les quede. Pese a que la ley india las protege, el peso de la tradición y la férrea mentalidad patriarcal se imponen de manera ciega y apenas discutida. Con este artículo me gustaría dar a conocer y acercar el sufrimiento de estas mujeres no para criticar a la India, sino para hacer visible el drama por el que atraviesan las viudas y “rescatarlas”, así, del olvido al que han sido arrojadas.


viernes, 1 de mayo de 2020

Este fue el segundo video que Volkswagen Group Retail Spain me publicó, durante los días de confinamiento, gracias a mi antiguo buen alumno (y mejor persona) Daniel.

Aquí leo la leyenda de Tan-gun, según la mitología coreana:

 https://www.instagram.com/tv/B_DC48BIktu/?utm_source=ig_web_copy_link

Este fue el primer video (de dos) que Volkswagen Group Retail Spain me publicó, durante los primeros días de confinamiento, gracias a mi antiguo buen alumno (y mejor persona) Daniel.

Aquí leo la leyenda de Pangú, el creador del Universo, según la mitología china:

https://www.instagram.com/tv/B-xBL25oGgs/?utm_source=ig_web_copy_link



Coronavirus y Pascua




Quizá porque mi tesis doctoral versó sobre los primeros quince capítulos del libro del Éxodo recogidos, y desarrollados en nueve coplas paralitúrgicas sefardíes, en esta Pascua (que ha coincido con la judía, Pésaj) tan atípica se han dado (aún siguen) algunos episodios que me han recordado a un par de plagas, a saber, la de las tinieblas (hb. hóshej, oscuridad) y la de la muerte de los primogénitos (hb. makat bejorot). Cuando en la prensa leo que el virus no está en todas partes y, por tanto, no debemos ir con miedo, me he acordado de Ex. 10, 21, que dice: “Alza tu mano hacia el cielo para que vengan sobre Egipto tinieblas tan espesas que puedan palparse”; la oscuridad ciertamente envolvió Egipto (salvo a los judíos), pero el coronavirus no “envuelve” nuestra realidad tangible, por lo que podemos transitar con tranquilidad siguiendo las recomendaciones establecidas. Como dato curioso, dentro de la tradición judía, los midrashim dicen que “la oscuridad […] era tan gruesa como un dinar”; y el Me`am lo`ez, verdadera “enciclopedia” rabínica sefardí, afirma que “Aquel hóshej era godro cuanto un ducado”, en castiza lengua judeoespañola. Finalmente, el lema “Quédate en casa” (y así no te pasará nada) me ha traído ecos de la última plaga, cuando Dios dice en Ex. 12, 13-14: “La sangre [del cordero en las jambas y dinteles de las puertas de los Hijos de Israel] servirá de señal en las casas donde estéis; al ver Yo la sangre, pasaré de largo (hb. ufasajti, del verbo pásaj, es decir, “Dios se saltó las casas de los israelitas”, de aquí Pésaj, la Pascua judía)) (…) y la plaga exterminadora no os alcanzará”. En cualquier caso, que pase cuanto antes esta tremenda pandemia y que sepamos extraer de ella las lecciones oportunas.


domingo, 14 de julio de 2019

Ahir dissabte, el meu cosí gran van penjar a facebook la foto de sa germana (la meva cosina petita), morta ara fa 11 anys. A la fotografia se la veu una noia ben maca i plena de vida... :(

Lídia Isern Guilera, descansa en pau, convertida avui en estrella del firmament o potser àngel del cel.


jueves, 25 de abril de 2019



 
Hoy rescato esta reflexión que escribí hace ya algún tiempo y que me ha parecido interesante de releer:


En octubre de 2012, un miembro de nuestra familia, un curioso personaje al que llamaré XY, me regaló un pequeño calendario del 2013 convencido de que no lo iba a necesitar, ya que esperaba con indisimulada satisfacción el cumplimiento de una malinterpretada profecía maya (sí, ya sé lo que estáis pensando, me quedaré solo en el plano de la anécdota). Al susodicho XY parecía no importarle que los demás no compartiéramos su insolente deseo de aniquilación, y yo, por más que atendía a sus argumentos, no veía nada claras sus teorías apocalípticas. Como sabemos, en diciembre, el mundo siguió su curso y se mantuvo en pie, defraudando con toda seguridad las expectativas creadas en aquellos que deseaban morir en un cataclismo universal de corte hollywoodiense, a poder ser. Desde entonces no hemos vuelto a saber nada de XY. Es verdad que tampoco le hemos telefoneado, porque estoy convencido de que, cualquier día, reaparecerá con desempolvadas teorías de poco o nulo rigor científico. Y, quizá, una de las que mayor incredulidad me ha producido últimamente es la que asegura que “el homo sapiens es el producto de los dioses. En algún momento –prosigue-- de hace 300.000 años, los ‘nefilim’ (sic) cogieron a un hombre-simio (homo erectus) de los que corrían por el planeta y le implantaron su propia imagen y semejanza…”.  No voy a opinar para no herir sensibilidades, pero mi silencio es ya una opinión. ¡Con lo saludable que es para el espíritu leer y releer “Las metamorfosis” de Ovidio y disfrutar un rato de lo que nos ofrece la siempre inquietante mitología grecolatina...! Ciertamente, falsos profetas ha habido a centenares en la historia de la humanidad, algunos con más fortuna que otros según el trasfondo de lo que predicaban, anunciaban o, incluso, denunciaban.

En otro orden de cosas, esta semana, en concreto el lunes, se cumplieron 212 años de la muerte del gran e irrepetible poeta alemán Novalis (nacido Friedrich von Hardenberg). La pasión con la que vivió, amó, creó y murió me hará estremecer hasta el fin de mis días. Su visión apasionada de la existencia es la que yo siempre he tratado de revivir en mi manera de escribir o de sentir la poesía. El alma que se sabe apasionada es capaz de viajar por el espacio-tiempo (recorrer incluso el espacio virtual si es necesario) para posarse en el pecho de otra, y reconocerse por el sentimiento. Suena esto, lo sé, a teorías de Platón…, ¿y bien? Ese estado extático, de intensa relación espiritual, es creatividad en estado puro, fusión en estado pleno…, es en definitiva Eros imponiéndose a Cronos por una vez. Y al hilo de esto, hace unos días, y en esta línea romántica, una chica le decía a su chico: “Llévame dentro de ti”…, y yo pregunto tras escucharlo: ¿hay declaración más hermosa que ésta?




jueves, 4 de abril de 2019

Hoy recupero una reflexión que escribí hace un tiempo, cuyo contenido siempre será controvertido.



¿Existe el alma?

Tengo en mis manos un libro titulado Reencarnación. La transmigración de las almas entre Oriente y Occidente, de Abada Editores, una joya para los estudiosos serios del tema, ya que se trata de un volumen que reúne una serie de trabajos específicos realizados por reconocidos especialistas dedicados a diferentes religiones.

Aparte de los interesantísimos artículos que se publican, y para que los lectores puedan acceder a las fuentes en traducción castellana, se recogen en una antología final los textos más relevantes tratados en cada capítulo. El libro analiza, así, la doctrina de la transmigración de las almas en el hinduismo, el jainismo, el budismo indio, los pueblos tracios, los círculos órficos y pitagóricos, Empédocles, Platón, Plutarco, el neoplatonismo, Roma, el cristianismo primitivo, el maniqueísmo, el judaísmo, el islam, los celtas y, finalmente, los pueblos siberianos.

Hecha esta reseña bibliográfica --y mi recomendación--, considero que para poder iniciar un debate sobre la transmigración del alma habría que preguntarse, primero, por la existencia de ésta y, segundo, por su inmortalidad. Si damos respuesta afirmativa a estos dos cuestiones introductorias, se me ocurre plantear, entonces, si es posible que se dé una transmigración “infinita” o en algún momento ésta se detiene al verse “liberada” (el alma) del yugo material, como apuntan algunas creencias índicas. O también qué papel juegan en este, digamos, “proceso” el concepto tan judeocristiano de la resurrección, que poco o nada tiene que ver con la inmortalidad del alma (y aquí se podría iniciar otro debate sobre hasta qué punto se ha confundido en el cristianismo el concepto griego de “inmortalidad” con el judaico de “resurrección”, hasta el extremo de que hoy por hoy caben ambos dentro del mismo saco). Debates aparte, desde que tengo uso de razón, siempre me he sentido atraído por el misterio del alma y en tratar de obtener alguna prueba racional y fehaciente (no son términos excluyentes) de su existencia. De niño, ya leía la Biblia por pura curiosidad y, durante la adolescencia, me adentré por cuenta y riesgo en la búsqueda de pruebas “paranormales” de esa existencia y ensayé con la ouija, las cartas zener, la radiestesia, la fotografía Kirlian y el hipnotismo. Recuerdo que mi mayor “éxito” fue hipnotizar, en una ocasión, a un amigo mediante la técnica de la levitación de la mano. Cuando me di cuenta, alborozado, de que lo había conseguido, lo primero que le pedí a la supuesta alma de mi amigo es que “atravesara” la pared de la habitación y, en el salón, “mirara” la hora y “regresara” para decírmela… Durante media hora creí que al fin había logrado establecer contacto con un alma…, inocente de mí. Pero, al cumplir diecisiete años, y tras una clase sobre Platón en el instituto, creí haber dado con el alma pero, como aseguraba el filósofo griego, ésta estaba condenada a ocupar un cuerpo al que debía dominar, en este caso, el mío. La justicia platónica consistía precisamente en el control  que el alma racional debía ejercer sobre las otras dos, la irascible y la concupiscible (de golpe, me habían salido ¡tres almas!). Durante varios meses estuve embebido de todo aquello y debo decir que me fue bien para sacar buenas notas a final de trimestre. Aquello se desvaneció cuando empecé a salir con una compañera de clase…, y el alma racional perdió, por fortuna, el mando. Tras esto, vendrían varias etapas más de búsqueda: la católica, la judía y la agnóstica, con diversa suerte. Hoy día, más aristotélico que platónico, y tras leer una entrevista al profesor y periodista Pepe Rodríguez, las columnas de mi templo interior se tambalean y, como Sansón (también sin cabellera), no tendré fuerzas para impedir el derrumbe. Quizá prefiero que así sea.